Amélie. ¿Quién no ha oído hablar nunca de esta película?¿Cuántos adjetivos podríamos utilizar para describir a Amélie? ¿No debería todo el mundo ser como Amélie? ¿No sería lo lógico que la sinceridad, la honestidad y la inocencia fueran la moneda de cambio del mundo? ¿Y que la mezquindad, la hipocresía y el cinismo, no fueran más que meras leyendas lejanas?
Amélie representa toda esa parte marginal de la vida que lucha por resurgir y reclamar su derecho a ser feliz. En Amélie todo es una alegoría y un claro mensaje que no deja de animarnos a abrir los ojos a lo que tenemos alrededor.
Amélie nunca te va a decir que la vida es maravillosa, que todo es hermoso y que somos todos muy felices.
La vida es dura, ingrata, injusta, y triste, y precisamente por eso necesitamos a una Amélie en nuestra vida. Todo un canto a la camadería, hacer el bien por el simple hecho de hacer el bien.
Lo peor de ver esta maravillosa película, (bajo mi punto de vista) es cuando se acaba. Es en ese momento cuando tropiezas con el mundo real, lleno de injusticias e ironías, y sabes que nunca podrás ser como Amélie, porque el mismo mundo se niega a serlo.
Lo peor de ver esta maravillosa película, (bajo mi punto de vista) es cuando se acaba. Es en ese momento cuando tropiezas con el mundo real, lleno de injusticias e ironías, y sabes que nunca podrás ser como Amélie, porque el mismo mundo se niega a serlo.
Despido esta entrada haciendo referencia a una frase citada por Amélie al señor de la frutería. Frase la cual, a día de hoy, sería aplicable a todas aquellas personas que están haciendo que vivir (o sobrevivir) en este país cada día sea un poco más difícil:
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"Al menos usted nunca será una hortaliza, porque hasta las alcachofas tienen corazón."
"Al menos usted nunca será una hortaliza, porque hasta las alcachofas tienen corazón."
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